“ADIÓS, HIJO, HASTA SIEMPRE”
¡Que vuele este beso, para ti, hijo mío
y un puñado de estrellas que te envío!
Y la Luna, y el Sol y el alma mía
que te llevas contigo.
¡Cómo te amo!
¡Cómo se desborda de amor todo el orgullo!
¡Qué gratificante haber sido el elegido!
El camino sereno de la muerte has tomado,
sin compañía, y aquí nos has dejado,
como todo lo tuyo.
¡Tanto dolor al mundo hemos vertido,
que se ahoga en el llanto!
Y tú sin quererlo.
Que no tengo palabras,
que éstas caen al suelo acongojadas
de lágrimas y letras.
El frío de la muerte te ha tomado
y besos de calor te he dado
por ver si renacías.
Sin fuerzas me he quedado
al ver que estabas muerto
y sucumbía.
Tu alma había volado
con la mía.
Y ya sin ser te tengo,
que ya no puedo verte,
y en mi memoria bailas,
jugando con la vida,
como siempre.
¿Qué fuerza te ha atrapado
y te has dejado?
Te ha besado
y te has dejado hacer
por la muerte.
Ingenuo ibas
y tú sin darte cuenta que ahí estaba,
que era ella quien con sus dulces palabras
te engañaba.
Y aquí nos has dejado
sin proponértelo,
mirándonos en el vacío
de la nada.
Y verte muerto
ha sido verme
en un espejo,
muerte de mi vida
y de mi alma.
No tengo enfado,
sólo pena
y un dolor profundo
que me aflige,
por ver al hijo amado
que se ha ido.
Muerte superior,
dolor terrible,
zarandeo borracho,
ahíto y triste.
Palabras.
Suspiros,
alma en vela,
llorándote el tiempo que me quede,
que no hay consuelo.
Negra mi alma,
negra mi vida,
que el luto me ha envuelto
en más negras pesadumbres.
Negritud en la mirada.
Todo negro,
como una noche que intenta devorarme.
Y sólo la luz de tu recuerdo
me hace pensar
que debo estar alegre.
¡Te has ido!
¡Joder, que sí que es cierto!
¡Que estas cosas no se sueñan!
¡Que no es un mal sueño!
¡Que te he visto muerto ante mis ojos
y he tocado tu carne fría
repleta del rictus de la muerte!
Que lágrimas no quedan,
o al menos eso pensaba,
y te las estoy dando todas,
como gotas de un rocío
que no tiene mañana.
Te has ido
y me has dejado
la vida rota,
y una parte de ella
se ha ido contigo
a no se sabe dónde,
por esos fríos caminos.
Y ahora, otro fantasma
acaba de nacerme.
¡Adiós, hijo, hasta siempre!
Juan Calleja
ES UNPOEMA CON UN GRAN SENTIMIENTO DE DOLOR CREO QUE CUANDO SE NOS MUERE UN HIJO ES COMO LO DICE EL SEÑOR CALLEJA, SE NOS QUITA UN PEDAZO DE NUESTRA VIDA Y A PESAR DEL DOLOR DEBEMOS CONTINUAR VIVIENDO CON ESA FALTA QUE CADA DIA LACERA EL ALMA