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A primera hora de la mañana del pasado 28 de marzo recibí una llamada telefónica. Era una señora, una "ama de casa" sin más, a quien conocimos hace unos meses y con la que hemos hablado en tres ocasiones.
Nos llamó para decirnos:
«"Ayer estuve hablando con tu hija. Me dijo que os llamara y que os dijera: "Di a mis padres que ¡tengo un año más! Y repitió: "¡Es un año más!"».
Esto no tendría mayor importancia si no fuera porque ese día, 27 de marzo, se cumplían cuatro años de su fallecimiento, y que el 20 del mismo mes hubiera cumplido 16 años de vida en la Tierra.
Les puedo asegurar que fuera de la familia más cercana, lógicamente, nadie recuerda el día concreto de su fallecimiento, y que, además, tampoco hemos tenido la ocasión pertinente para haber comentado, ni de pasada, este dato a esta señora.
Continuó diciéndome que: «Estaba con el mismo muchacho con el que la vi la primera vez que hablé con ella» -Esto ocurrió el día que nos conocimos. En aquella ocasión habíamos creído que era Carlos; el hijo de otra amiga que estaba con nosotros en aquel momento.
Después siguió con su relato: «Cuando se alejaban les dije: ¡Qué guapos! Y ella, volviéndose, respondió alegremente: "¡Somos hermanos!"».
Como no tenemos más hijos viviendo en el Otro Lado, pedí a esta señora que si volvía a hablar con la niña le preguntase que quién era ese chico y el por qué había dicho que eran hermanos.
Casi un mes después nos volvió a telefonear para decirnos que había vuelto a ver a la niña, esta vez sola, y que: «Cuando le pregunté que qué quería decir con que eran hermanos, la niña me respondió que "allí todos son hermanos" Le volví a preguntar si se llamaba Carlos y me dijo que "no, que era Jorge"».
Como otra amiga nuestra (a quien esta señora no conoce) tiene un hijo, también fallecido, que se llama Jorge, pedí a la señora que si podía me describiera su aspecto. Efectivamente parecía ser ese muchacho.
Llamé a su madre y le proporcioné el número de esta mujer. Pudo así recibir directamente la impresión que ésta le manifestó.
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