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Querida Mari Ángeles; siento lo que le ocurrió a tu marido. Como comprenderás estoy especialmente sensibilizado con la leucemia, pero también me ocurre lo mismo con los accidentes laborales.
Cuando era niño vivía en un barrio muy pobre de Madrid (el tristemente ahora conocido; "Pozo del Tío Raimundo"). En aquellos años vivíamos allí los más pobres entre los pobres de Madrid. Cuando ya se consideraba superada la post-guerra, en mi barrio aún habrían de pasar muchos años antes de eso. Los habitantes de las chabolas (muy pobres, pero muy dignas) de El Pozo de entonces, eran inmigrantes de provincias, cuya única posibilidad de supervivencia era venir a Madrid en busca de trabajo. Sería muy largo y también muy hermoso contar los avatares por los que pasaban para hacerse la chabola en una noche. ¡Qué solidaridad!; todos los hombres ayudando a un vecino recién llegado, trabajando como uno solo toda la noche, para levantar cuatro paredes y poner un techo de "uralita", y evitar así que la guardia civil la tirase por la mañana. Qué pena, cómo somos los seres humanos, sólo nos unimos en la pobreza y en el dolor. Mientras las cosas nos van bien, nos aislamos y protegemos nuestras pertenencias y al final vivimos en la soledad más "resplandeciente". Pero es nuestra elección, luego no deberíamos quejarnos. Las consultas de terapeutas psíquicos están cada día más solicitadas.
Por aquellos años los hombres trabajaban 12 horas o más colgados de un andamio. Imagínate las condiciones de seguridad que tenían. Tuve la desdicha de crecer viendo llorar a bastantes viudas y a sus hijos “de pantalones decenas de veces remendados” porque sus maridos y padres habían sufrido un accidente laboral. Además iban al trabajo accidentados si podían ponerse en pie, porque no tenían “derechos” lo llamaban (Seguridad social). A veces eran sólo muchachos que apenas habían empezado a vivir los que dejaban su vida al pie de un andamio. Mi padre también era albañil y crecí con la congoja de que tal vez el próximo fuera él. En este momento estoy oyendo la cadena SER. que la están emitiendo desde el pueblo en el que han fallecido 7 de los 10 tripulantes del barco que naufragó la semana pasada... ¡Triste, muy triste! A veces los accidentes no han podido evitarse, pero son tantos aún los que ocurren por la falta de medios de seguridad que resulta indignante.
En fin, Mari Ángeles, ya ves cómo nos viene y nos lleva la vida... Después de padecer con aquella leucemia que sólo quien lo ha vivido sabe, y haberla vencido... pues... Pero al parecer venimos con un tiempo tope para estar aquí, y lo mejor que nos puede ocurrir es que no tengamos que sufrir mucho antes de dejar nuestro cuerpo, para "VOLAR" hacia ese otro lugar en donde nos encontramos con "la fuente" y con los nuestros que nos reciben felices por volver a estar de nuevo juntos del todo.
No, no nos tengas envidia. Estoy firmemente convencido de que si somos capaces de poner total Confianza en Dios, el amor hace el resto, y de una u otra manera aprendemos a “sentir” a nuestros queridos del Otro lado, cerca de nosotros. La rabia, el sufrimiento, la desesperación actúan como una pared que normalmente impide cualquier tipo de contacto. Superar eso es lo más difícil, para muchos, imposible. ...Y es triste ver a las personas ancladas en el sufrimiento; sin esperanza. Pero he aprendido que cada cual tiene su ritmo y su proceso y que nada ni nadie, excepto él mismo puede interferir en ello. Yo expongo mis vivencias y a quien le llegue y pueda servirle, pues estupendo, pero no puedo ni debo ir más lejos.
Mari Ángeles; como verás dejo mi e- mail. Quisiera que me escribieras a esa dirección. Tengo que contarte algo que te puede resultar maravilloso. Seguramente, no tendrás que envidiar a nadie más. ¿Captas lo que te digo?
No lo dudes y escríbeme con tu dirección para que podamos hablar abiertamente y de manera privada. La prudencia me obliga a hacerlo de esta manera. Ya dije en uno de los mensajes anteriores que quien verdaderamente se sienta atraído por la experiencia que conté en mi primer mensaje, que se pusiera en contacto conmigo. Mi esposa y yo tenemos mucho que ofrecer. Naturalmente no hay relación de tipo económica en absoluto y lo primero que ofrecemos es nuestra casa, y el corazón de unos padres y dos hijos que saben por experiencia lo que es dolor por la pérdida del ser querido. En nuestro caso; el fallecimiento de nuestra hija del alma.
Puedes, si te parece conveniente llamar a los teléfonos de Alaia y preguntar por nosotros. Allí podrán darte las referencias que necesites. Sé que hay que ser prudente con estas cosas, pero, Mari Ángeles, no sólo con éstas. Hay mucho desalmado por ahí, empezando por aquel señor que diez minutos después iba a llevar el coche con el cuerpo de mi hija al cementerio... ¡Qué te voy a contar!
Tienes esperanza y confías en que es posible... Tienes lo más importante para conseguirlo, nosotros podemos darte un “empujón”.
Te esperamos.
Ana Mari y José Luis.
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