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Queridos amigos unidos por el dolor de la pérdida.
Antes de nada, queremos dar gracias a la Asociación Alaia por ofrecernos un espacio desde el que poder expresar y compartir nuestro desgarro, y también nuestra esperanza, tras la luctuosa experiencia de la “cercana” visita de la muerte.
A nosotros se nos fue una hija hace ya cuatro años. La leucemia la arrancó de nuestro lado, cuando apenas acababa de cumplir los doce. La vimos sufrir con los tratamientos, pero la esperanza de que al final pudiéramos vencer a la enfermedad, nos mantenía fuertemente unidos, y luchábamos juntos como si fuéramos un solo corazón. ...No estábamos preparados para admitir que las personas que apenas han comenzado a vivir tengan que irse, y luchábamos juntos “a brazo partido” contra la enfermedad. Al final, la muerte pudo más que todas nuestras aspiraciones. ¡Tuvimos que rendirnos!
Un día nos encontramos en el despacho del médico mientras éste nos aconsejaba que diéramos nuestro consentimiento para “sedar” a nuestra hija y dejarla morir. En aquellos momentos, parecía que la niña estaba perfectamente; hablaba, reía y hacía proyectos para las próximas vacaciones, sin embargo, su cuerpo ya no reaccionaba a la quimioterapia y, antes o después, tendría que pasar por una situación tal, que donde aún había sonrisas, acabaría por haber tormento... y eso era terrible: ¡ya había sufrido bastante!
¿Os imagináis cómo se puede vivir una situación semejante? ¿Os imagináis tener que decir al médico que estábamos de acuerdo en que la introdujese “veneno” para que se muriera? Más aún; ¿os imagináis viviendo esas 24 horas aproximadamente que tardó en morir, mientras la veíamos apagarse y despedirse poco a poco de nuestro mundo..., hasta verla exhalar su último suspiro? ¡Creíamos que no podría haber dolor comparable!
Era tan terrible que apenas teníamos conciencia de lo que estaba pasando, porque de otra manera hubiera sido insoportable. Ahora sabemos que desde algún lugar, alguien influía en nosotros proporcionándonos una calma que sin esa ayuda, no hubiéramos podido encontrar.
Pero, desde entonces hasta hoy, hemos conocido a muchas personas, padres principalmente, cuyos seres queridos se fueron repentinamente, a causa de algún accidente o como consecuencia de algún problema físico agudo.
Bien, pues si nuestra experiencia fue dura, hemos tenido ocasión de imaginar lo tremendo que ha de ser el pasar por el “trago” de saber que tu hijo, tu padre o madre, hermano, pareja... se encontraba el día anterior lleno de salud y que unas horas después te digan que ha fallecido. Cada vez que hemos conocido a personas que han pasado por algo así, se nos ha despertado una profunda compasión, y dejando a un lado nuestra propia experiencia, se ha despertado en nosotros la necesidad de abrazarlos con toda el alma. No sé cómo se puede soportar algo así... si no fuera porque también ellos reciben la misma ayuda que tuvimos nosotros y que, ahora lo sabemos, es real, absolutamente real. ...¿Cómo se puede soportar algo así, si no?
Pero, más aún; ¿y en el caso en el que la muerte del ser querido ha sido consecuencia de la acción de otras personas?. Creemos que eso debe crear una situación en el alma indescriptible, incomparable a ningún otro dolor. Aunque quisiera decir a quienes estáis pasando por esto que nos imaginamos vuestra desazón, sé que no se puede llegar a concebir algo tan terrible, incluso para quienes, como nosotros han pasado por una experiencia tan desgarradora.
Desde aquí, en nombre de mi familia y de mí mismo, os queremos manifestar que estamos con todos vosotros: los del 11 M. y todos aquellos, víctimas de la acción premeditada del hombre. Incluyo también en este lamento y apoyo moral a las víctimas inocentes de las guerras que, como siempre han sido y serán, son producto del egoísmo y la soberbia de quienes las provocan, digan lo que digan y las justifiquen como las justifiquen. Matar no tiene justificación en ningún caso, ¡en ninguno!
Lo cierto es que el hecho de que un día nuestros seres queridos DESAPAREZCAN no tiene ningún sentido. Es insoportable que nos quedemos sin ellos. Independientemente de la forma en que se haya producido; ¡nada!, ¡nada!, tiene sentido ante lo ABSURDO de la muerte, si tras ella sólo nos queda el recuerdo, y se rompe definitivamente la relación que el amor había fomentado entre nosotros, si con la muerte acaba la persona.
Desde nuestro punto de vista, si el destino, el fin de las personas es terminar en una tumba, eso es algo tan irracional, tan incongruente, que ese absurdo se proyecta en el sentido mismo de la vida. Por eso nos parece que hemos muerto con ellos. Cuando la muerte nos golpea tan próxima, al menos en nuestro caso, no encontramos ya ninguna finalidad al hecho de la vida, ¡de todas las vidas! De la VIDA, con mayúsculas.
¿A dónde nos lleva todo lo anterior? A confiaros nuestro peregrinar por el calvario, intentar haceros partícipes de nuestra experiencia y mostraros la puerta de la ESPERANZA, a través de la cual hemos podido re-descubrir la vida, pues la anterior la dejamos abandonada en el nicho con el cuerpo de nuestra hija.
No tratamos de convencer, sino únicamente manifestar nuestra experiencia con el deseo de que a algunos de vosotros os pueda ser útil.
¡Estamos, amigos, en el mismo carro de sufrimiento! Pero el nuestro es ya sólo dolor. Un dolor ahora ya soportable, que se hace patente en el punzamiento que nos provoca en el corazón la añoranza. Añoranza que nos acompaña cada día: Sabemos que siempre echaremos de menos a nuestra hija y, además; ¡queremos! que así sea, ...hasta que estemos en el mismo lugar en el que ahora ella se encuentra!!
Para no resultar muy pesados, dejamos para otro días la continuación de nuestra experiencia.
Gracias a todos.
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