La muerte no tiene que ser un tabú. No tengamos miedo a la muerte. Las cosas no son siempre como las vemos, hay significados que no llegamos a entender. Hay que aceptar los hechos tal y como vienen e intentar ver más allá de lo que tenemos delante. La ciencia dice que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Imaginemos que estamos sentados en la orilla de la playa y vemos un gran barco en el horizonte, se mueve poco a poco hasta que desaparece. Nosotros ya no lo vemos pero eso no significa que no exista. El barco está ahí.
Para la doctora en Medicina y Psiquiatría, Elizabeth Kübler-Ross “la muerte no es más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo (espiritualmente).” (Elizabeth Kübler-Ross, La muerte: un amanecer).
El padre José María Pilón afirma que “la muerte no existe. Lo que existe es el fallecimiento que no es lo mismo. Este cuerpo material nuestro sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia.
La vida terrenal es una minúscula porción de una existencia individual global.” (José Luis Olaizola, Mas allá de la muerte)
La muerte es ley de vida. Donde quiera que esté nuestro ser querido, en un futuro nos volveremos a encontrar. Es una verdad irrefutable, todos acabaremos algún día en el mismo lugar, será al final de nuestra propia vida.
Para los mayas la muerte era una especie de mudanza a otra vida muy parecida a la suya, por eso sepultaban los cuerpos con instrumentos de trabajo, para que los pudieran utilizar en su nueva vida.
La muerte se vive de forma muy diferente según las creencias religiosas y las diferentes culturas. En Occidente, la mayoría de las veces genera un mar de dudas y es una separación más que dolorosa. En Oriente es el renacer en otro plano de la existencia, y en ciertos lugares se festeja con alegría.
Para muchos, ese ser querido se encuentra en un plano superior, en otro lugar donde su alma ha encontrado por fin la felicidad y la paz eterna. Para el cristianismo se trata del culmen de la vida, alcanzar la plenitud a través de la llamada “resurrección a los cielos”.
El cristiano llora a sus difuntos y siente un profundo dolor por la pérdida. El color negro simboliza el duelo, pero en otras culturas no es así. De hecho en Oriente el color del duelo es el blanco y muchas de sus religiones lo ven como una fiesta. Se celebra que ese ser viaja a un lugar mejor, donde continuará en un nivel más elevado de aprendizaje.
Durante varios días comen dulces, bailan, y visten de blanco, el color de la pureza, del nacimiento en otra vida.
Los hindúes viven la muerte de sus seres queridos con absoluta serenidad. El llanto está prohibido durante la ceremonia de incineración porque se cree que esto puede dificultar el viaje del alma al cielo. Para ellos la muerte es renacer. Casi todos los pueblos de Oriente creen en la reencarnación.
Para los budistas tibetanos la muerte es el momento más importante de su vida, es la culminación, cuando por fin pueden reconocer su verdadera naturaleza e iluminarse, es la completa realización espiritual. Ellos la viven como algo natural y deseado.
“Mientras podamos amarnos los unos a los otros y recordar el sentimiento de amor que hemos tenido, podemos morirnos sin marcharnos del todo nunca. Todo el amor que has creado sigue allí. Todos los recuerdos siguen allí. Sigues viviendo en los corazones que has conmovido y que has nutrido mientras estabas aquí (…) Al morir se pone fin a una vida, no a una relación personal”
MITCH ALBOM, Martes con mi viejo profesor