Cuando le sucedió el accidente a Paula, muchas veces escuche a personas que me querían mucho, decir cosas como: «No puedes seguir llorando por lo que paso», «Ya es tiempo de que pases pagina y sigas adelante» o «Ya debes intentarlo de nuevo», y la verdad es que no se por que pensaban que podían saber si era tiempo o no de hacer cualquier cosa.
Creo que el tiempo que toma superar un trauma así es algo que nadie puede saber salvo la persona que pasa por el duelo y que es quien puede sentir si tiene o no las fuerzas para realizar algo. Las personas reaccionan de diferente modo, no solo porque cada persona es diferente sino también porque cada pérdida es particular. La edad, las circunstancias, todo es diferente en cada caso, y eso configura experiencias muy especiales que nadie puede conocer a fondo salvo quienes lo viven.
La forma de irse adecuando al dolor es diferente para cada persona, y si algo creo que se puede recomendar, en forma general, es que no se obligue a nadie a asumir un camino determinado sino, por el contrario, dejar que elija la forma como quiere sufrir, expresar o superar su pena. Hay quienes necesitan sacarlo todo afuera hasta que no quede nada. Creo que soy de ese grupo, pues llore tanto por tanto tiempo (lo hacía y lo sigo haciendo en privado, en casa cuando me quedaba sola o a veces me iba a caminar para poder desahogar mi furia y dejar que mis lagrimas fueran saliendo bajo mis gafas oscuras) hasta que poco a poco, paso a paso, me encontré un poco mejor y ahora hay días que puedo caminar sonriendo, mirando el cielo, sin sentirme mal por ello.
Otras personas deciden conservar la compostura y comienzan en poco tiempo a poner su esfuerzo en hacer su vida tan normal como sea posible, evitando el llanto. Conozco a gente así y aunque no es la forma como yo he podido ir superarlo se que a ellas si les ha funcionado. En tres meses pareciera que nada sucedió, lo que no significa que no tengan una gran pena por dentro, es solo que la superan de una forma distinta.
Creo que cada quien tiene su propio tiempo y lo importante no es el numero de meses que demoren en volver a sonreír o en disfrutar las pequeñas satisfacciones de la vida o en ir a al cine otra vez, sino que cuando eso suceda, se encuentren bien, en paz consigo mismos y con la vida, dispuestos a amar plenamente. De ser así, estarán comenzando de nuevo a vivir.
Entre las muchas cosas que personas cercanas me dijeron para tratar de ayudarme a superar la muerte de mi pequeña, recuerdo una de forma especial. Un sacerdote me dijo que aunque mi hija no estuviera conmigo, yo seguiría siendo siempre su madre. Y esa es una idea que me cambio el panorama por completo. No eliminaba el dolor ni la angustia de la ausencia, pero me daba una dirección en la cual caminar: aprender a ser madre de una hija que no estaría conmigo, pero que seguía siendo mi hija. Y yo su madre.
Creo que eso es algo realmente importante, porque me ayuda a enfocar mi atención en el vinculo y no tanto en la perdida pero, mas allá de lo efectivo que pueda resultar como recurso psicológico, me permite mantener, de una manera saludable el lazo afectivo y vital. Y de esos lazos es que se nutre el corazón ¿no es así?
Creo que cuando somos padres de un hijo que no esta, debemos mantenerlo incorporado a nuestra vida pero de un modo natural, cotidiano, que no implica autotorturas ni ritos por obligación. También a mi me permite evocar el deseo de sentir su presencia en nuestra vida como hacemos con el resto de la familia, y tal vez volver a llorar pero sin sentirme culpable ni tener que esconderme. Por otro lado me abre la puerta a la inclusión, dulce y afectuosa, de Paula en los sucesos de la vida familiar, sin que parezca un retroceso o algo parecido, sino como la reacción natural y espontánea de una madre que tiene presente a todos sus hijos, estén o no físicamente ahí. ¿Y acaso eso no es valido con los que se van de viaje? Pues es algo muy parecido, y me ayuda a curar el corazón de una manera muy suave e imperceptible.
Ser padre/madre de un hijo que ya no esta supone un avance, desarrollar una relación muy intima, casi de complicidad, con el hijo que partió, pero cuya paternidad o maternidad seguimos sintiendo, como con los otros hijos. La forma como ese nexo contribuye a sanar las heridas y renovar una vida basada en el amor, es valiosa y positiva, en un momento en que parece que todo esta perdido.
Debo decir que han pasado mas de tres años y he vivido muchas experiencias que me hacen creer que lo voy superado en gran medida, y ahora puedo vivir de una forma más positiva con ello, pero igual me fue difícil tomar la palabra y compartir el tema. Cada vez que la circunstancia me hace compartir el hecho con otras personas mi primera reacción es hablar de modo que nada pueda ser mal interpretado y que a la vez puedan tener una idea de lo que significó para nosotros. Y es muy difícil. Parece que algo dentro de mí me dijera que debo hacerlo con la mayor delicadeza pues de otro modo algo se quiebra dentro de mí. Es como tener un jarrón extremadamente fino guardado en una vitrina especial, pero de pronto debes sacarlo y llevarlo a otro sitio y luego guardarlo de nuevo, y entonces todas las precauciones son pocas para caminar con él entre manos.
No sé si algo así les pasa a otras personas (me gustaría saberlo!!!) pero, para quienes no saben cómo podrán un día superar el dolor, les comparto esto, pues, ya ven, el dolor nunca se va del todo, pero con el tiempo y el esfuerzo por lograrlo, va ocupando un lugar más profundo pero que al mismo tiempo te permite reiniciar una vida. La pena se queda como parte de tu alma, pero hace las paces contigo y te ayuda a vivir de nuevo y, en ocasiones, a ayudar a otros a hacer lo mismo.
Más allá de lo anecdótico de esta experiencia, quería compartir lo que fue el tema central de ese momento: la pregunta sobre la postura que una persona puede o debe tener en casos de extrema gravedad, vida o muerte, y la fe en Dios. ¿Qué esperar? ¿Qué hacer?
Antes que nada debo decir que no soy especialista ni tengo una respuesta ganadora. Sólo quisiera dar mi perspectiva sobre el tema de la fe en el momento más difícil que un padre o madre pueda atravesar. He visto en algunos blogs muchas discusiones al respecto y veo, de una y otra posición, cosas bastante extremadas que creo que nacen del desconocimiento y el antagonismo (de aquello que no conozco y no quiero conocer porque me cuestiona). Yo «creo» que soy una persona creyente , si creyente se entiende en que creo que haya algo mas tras la muerte, sin embargo respeto a quienes no tienen la misma visión pero ofrezco la mía como un referente para quien le sea útil.
Para ser muy honesta, en un primer momento no hubo nada: ni pensamientos ni reflexiones profundas y espirituales, y si muchas recriminaciones a Dios. creo que no pude pensar porque sólo sentía un dolor tan terrible que parecía un pozo negro y profundo en el que caes sin poderte detener. Nada más. Sólo un vacío inmenso y un dolor taladrante en el alma. Pero unos días, o meses más tarde, cuando aterricé un poco y fui aceptando la realidad de la muerte de mi hija , me di cuenta de que debería vivir con el vacío indescriptible que me dejó su ausencia,
Creo que existe otra vida, otro nivel de existencia, y que lo único que perdura es el amor. Sea cual sea la forma como lo podamos expresar y transmitir, creo que es valida, y será lo que traspase las fronteras, los limites y el tiempo. Solo el amor. Y la idea es sobrevivir hasta que aprendamos a vivir de nuevo y que el dolor se transforme en un amor distinto, que nos mantenga unidas a través de una vida sin vernos, sin oírnos, solo sintiéndola en el corazón.
Nunca, te iras de mi mente, de mi vida ni de mi corazón, nunca. Gracias, mi niña, por existir. Gracias.
Maricarmen Soriano, madre de Paula.
Maricarmen,
Lo que escribes decribe como copia fiel lo que he vivido desde la muerte de mi hijo, quien murió en un accidente hace casi 3 años. Gracias por tus palabras.
Maravilloso , pienso y opino igual
Por alguna razón creo yo llegue a estas hermosas palabras que hacen que tenga una esperanza de que algún día aprenderé a vivir con este dolor, a un año y 9 meses de la partida de mi hijo de 15 años en un accidente. Creo como la Mami de Paula que el me esta esperando en un mejor lugar y que el amor es lo único de lo que podemos estar seguras que perdura. Un abrazo. Gaby