En los grupos de duelo se crea un espacio de confianza en el que las personas en duelo se sienten acogidas y pueden compartir esos sentimientos tan abrumadores que suelen acompañar a la pérdida de un ser muy querido.
Los grupos de duelo se rigen por una serie de pautas que por la experiencia de muchos años en países como Estados Unidos, Inglaterra o Alemania son las que hacen que funcionen: entre ellas, no juzgar, no comparar nuestro dolor con el de los demás, no interrumpir al que está hablando, no dar consejos, la confidencialidad, el respeto, etc.
El hecho de poner palabras al dolor ayuda mucho a empezar a curarlo. Sabemos que la única manera de sanar el duelo es atravesándolo, y la mejor forma de hacerlo es experimentando y expresando los sentimientos que van surgiendo: el dolor, la tristeza, la ira, la culpa, la vergüenza, la añoranza…
En general, las personas que más nos entienden son aquellas que han pasado por la misma situación, son las únicas que se pueden poner en nuestra piel, que no nos juzgan cuando ha pasado un tiempo y seguimos estando muy tristes o muy enfadados, que no nos dicen que “el tiempo todo lo cura” o que “la vida continúa” cuando lo que tú quieres es morirte con tu ser querido.
• Las reuniones de los grupos de duelo se llevan a cabo una vez a la semana, con una duración de dos horas aproximadamente, y previamente a la integración en el grupo se tiene una entrevista de acogida con el responsable del grupo.
• Hay dos tipos de grupos: uno para padres y madres que han perdido a un hijo y otro para otras pérdidas: el cónyuge, la madre o el padre, un hermano.
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