El tiempo no lo cura todo; depende de lo que hagas con él
Momentos iniciales
El duelo es un proceso único, cada persona lo vive de una manera distinta. Al principio es normal sentir confusión, incredulidad, desesperación; también es posible que te cueste creer que tu ser querido ha muerto. Los primeros días y semanas puedes sentirte como anestesiado, o que no es real lo que ha ocurrido. También a veces puedes tener muchos altibajos.
Algunos expertos sugieren que esta primera fase tiene una función protectora, que nos permite, desde esta sensación de irrealidad, hacer frente a lo mucho que hay que hacer en estos momentos: ocuparse del funeral, atender a las visitas, organizar los papeles, ocuparse de los mayores y de los niños, etc.
A pesar de lo que pueda parecerte, NO TE ESTÁS VOLVIENDO LOCO.
Lo que estás viviendo es absolutamente normal y es importante vivirlo
Síntomas físicos y emocionales
Poco a poco, a medida que pasan las semanas, o los meses, la realidad de la pérdida se hace más presente y podemos sentirnos tristes, desesperanzados, solos, culpables, muy enfadados…
El dolor también se vive físicamente: sentimos un vacío en el estómago, un nudo en la garganta, el corazón roto, dificultades para respirar… Todas estas sensaciones son absolutamente normales. También es normal que no podamos concentrarnos en nada, que seamos incapaces de leer, que cualquier noticia intensifique nuestro dolor. A pesar de todos estos síntomas, es importante recordar que el duelo no es una enfermedad, y que si experimentamos esas sensaciones es porque estamos vivos, somos humanos y hemos amado. No sentir dolor es una forma de duelo complicado.
Es importante descansar, dormir y comer bien.
También ayuda hacer ejercicio: el deporte es el mejor antidepresivo natural
Duelo y enfado / duelo y culpa
Es frecuente en la primera etapa del duelo sentirse muy enfadado. Este enfado es una respuesta natural al sentimiento de pérdida: podemos sentir enfado contra el mundo, contra la vida, contra Dios, contra la persona que nos parece responsable de lo sucedido; incluso en momentos podemos sentir resentimiento hacia la persona que ha fallecido por parecernos que nos ha abandonado. Culpar a alguien de la muerte de nuestro ser querido es una forma de desplazar el dolor. También es posible que nos sintamos nosotros mismos culpables de lo que ha ocurrido, especialmente si la muerte ha sido traumática, y no podemos dejar de obsesionarnos preguntándonos “¿por qué?”, “¿qué hubiera pasado si…?”, “¿si hubiera…?”.
La culpabilidad es una forma de reparación que nos ayuda a sentirnos mejor y a mantener la relación con nuestro ser querido. La búsqueda de respuesta al “¿por qué?” también es natural: creemos que encontrar una explicación racional nos hará sentir mejor. Es muy difícil aceptar aquello que no tiene significado. Sin embargo, el camino del porqué no lleva a ninguna parte. A pesar de ello, es un camino que hay que recorrer.
Todo lo que estás viviendo forma parte natural del proceso de duelo. No escondas tus sentimientos ni pensamientos, aprende a compartirlos sin miedo con personas de confianza que sepan escuchar. Es posible que algunas personas cercanas se alejen y te eviten. Esto pasa a menudo, y se debe a que no saben qué decirte ni cómo apoyarte. A veces es importante ser tú quien dé el primer paso de pedir ayuda, haciéndoles saber que necesitas compartir tu dolor.
No escondas tus sentimientos, aprende a compartirlos
con personas sensibles.
Habla de lo que te ha sucedido. Poner palabras a tus lágrimas te ayudará a mitigar el
dolor y a comprenderlo
El dolor del duelo
Con el tiempo, el enfado y la culpa disminuyen; ya no ocupan todo el espacio mental y emocional: empezamos a abrirnos al hecho de que, cualquiera que fueran las circunstancias de la muerte, lo que queda es el dolor por la ausencia y la añoranza. En este momento del duelo lo más importante es expresar el afecto, la gratitud por lo vivido. Recordar los buenos momentos y también los malos. Cuando han quedado asuntos pendientes en la relación es muy importante expresarlos: perdonarse a uno mismo y perdonar al otro.
Resignarse ante la muerte de un ser querido es una actitud pasiva en la que no se asume ninguna responsabilidad.
Aceptar es una actitud activa en la que se asume la responsabilidad, no de lo que ha sucedido, pero sí del proceso de recuperación
Cambios
Es posible que pienses que tu dolor sería menor si vendieras tu casa y te fueras a vivir lejos, si cambiaras de trabajo, si te quedaras embarazada de nuevo enseguida, o si empezaras una nueva relación. El impulso de evitar todo lo que nos recuerde la pérdida o llenar el vacío de la soledad con otras personas o actividades es natural. Pero estas decisiones, tomadas precipitadamente en medio del proceso de pérdida, suelen traer complicaciones. Piensa en las decisiones que te gustaría tomar, medítalas y espera. Antes de tomar una decisión importante que afecte a tu vida y a la de los que te rodean, debes haber avanzado en tu proceso de recuperación. No conviene que tomes decisiones importantes en medio de emociones intensas.
Duelo / depresión y duelo y medicación*
El duelo y la depresión son dos estados distintos y, aunque comparten algunos síntomas, nunca deben confundirse. El duelo es la reacción natural ante una pérdida, mientras que la depresión es una enfermedad que debe ser tratada. Los síntomas generales de duelo disminuyen con el tiempo; en la depresión persisten y a menudo empeoran. La depresión debe ser tratada con antidepresivos eficaces para estos estados; por lo general, la medicación en el duelo no es conveniente, y no se ha demostrado que sea de ayuda en el proceso.
A las personas en duelo que están muy angustiadas, agitadas, o que tienen dificultades para dormir, puede ayudarles una medicación con ansiolíticos, pero siempre prescritos durante un breve tiempo o de forma intermitente. Si el proceso de duelo se complica, cosa que sólo puede determinarse a partir de los 6 meses de la pérdida, en algunos casos debe prescribirse medicación, siempre acompañada de apoyo terapéutico especializado en duelo.
El problema de tomar antidepresivos cuando no son necesarios es que se está considerando patológica una situación que es normal, muy dolorosa y difícil, pero necesaria y adaptativa. Medicalizar es quitar la responsabilidad a la persona de la gestión de sus sentimientos, fomentando la adopción de una postura pasiva, de rol de enfermo ante las experiencias difíciles de la vida.
Duelo y transformación
Con el paso del tiempo, a base de trabajo y con la ayuda necesaria, verás cómo el dolor se va mitigando y van apareciendo nuevos sentimientos. Aceptar no quiere decir resignarse o no sufrir: siempre les recordaremos con dolor, pero el trabajo del duelo nos permite descubrir que el amor es más fuerte que la muerte.
Después del camino andado, del dolor expresado y con el apoyo recibido en el camino decidimos apostar por la vida: en vez de morir nosotros, como era nuestro impulso al inicio del proceso, decidimos vivir en honor a ellos. Es decir, nos comprometemos a vivir la vida de tal manera que nuestra tarea sea hacer germinar esa semilla que ellos nos dejaron y hacerla fructificar en nuestras relaciones con los que quedan, en nuestros proyectos en la vida, en nuestros cambios profundos y en nuestro crecimiento interior.
Seguir queriendo no significa seguir conectado al ser querido con dolor y sufrimiento, sino desde el amor, el compromiso y la entrega a la vida
LO QUE NO AYUDA SI ESTÁS EN DUELO ES PENSAR…
… Que hablar de tus sentimientos hará que te encuentres peor
… Que hacerse el fuerte y disimular es bueno
… Que nadie te puede ayudar
… Que lo mejor es controlar tus emociones y hacer como si no te pasara nada
… Que lo tuyo es lo peor o, al contrario, que no es nada…
* Fuente: American Psychiatric Association. El incremento de la prescripción de antidepresivos. A. Lobo, C. Serrano, 2005
Fuente: IPIR.
Por favor, no preguntes “¿cómo estás?” a no ser que quieras realmente conocer la respuesta.
“¿Cómo estás?” se ha convertido en un saludo sin significado cuya respuesta esperada es “Bien”. Pero yo no estoy bien. A lo más estoy un poco frágil y la mayor parte del tiempo estoy mucho peor. Me siento desconcertada/o, enfadada/o, herida/o, culpable. Pero estos y otros sentimientos normales que siguen a la muerte de alguien que tú amas no son la materia de una conversación educada. Así que si no estás preparada/o para escuchar al respecto, mejor es que elijas otra forma de saludarme.
No esperes mucho de mí demasiado pronto.
Si me hubiera roto la pierna me la habrían escayolado y no esperaría que volviera a estar normal durante meses. No se pueden escayolar sentimientos rotos ni verse las cicatrices. Pero necesitan tiempo para sanar y yo necesito tiempo para acostumbrarme a darme cuenta de que “normal” de ahora en adelante es vivir sin mi hijo.
No ignores la muerte o al hijo que ha muerto.
No tendrías ningún problema en hablar acerca de las buenas noticias. Si simplemente hubiera ganado la bono-loto, sería la primera cosa que mencionarías. Las malas noticias son diferentes: probablemente no sepas qué decir, ni cómo decirlo. Pero la muerte de mi hijo es la cosa más importante en mi vida y ayuda reconocerlo.
Sé honesta/o y procura evitar lamentos.
“Es terrible, no sé qué decir” ayuda mucho más que frases de cliché que no son ciertas de ninguna manera. El tiempo por sí mismo no cura, el hecho de que nos tenemos el uno al otro es irrelevante porque dos personas que caen no se pueden salvar mutuamente y no hay consuelo en la idea de que la desgracia es la voluntad de Dios.
No pienses que tener o ser capaz de tener otros hijos disminuye el dolor por mi hijo muerto.
Un hijo que pierde un juguete favorito no se aplaca por tener un sustituto. Y así ocurre con las personas. Yo amaba a mi hijo por lo que tenía de propio, no como una pieza intercambiable en un conjunto, y el duelo por él, al menos en principio, afecta más que fortalece los lazos con otros niños.
Si quieres ayudar, haz ofertas específicas más que promesas vacías.
Decir “si hay algo que pueda hacer…” puede hacerte sentir buena persona, pero lo más probable es que no pueda usar tu ofrecimiento porque probablemente no sepa qué necesito y no estoy segura de qué significa “algo”. Sin embargo, si vienes con comida, con el ofrecimiento de cuidar a los niños o simplemente la voluntad de escuchar, tu amabilidad será aceptada con agradecimiento.
Practica, no prediques.
No importa lo débil o fuerte que sea mi fe o cualesquiera que sean tus creencias, éste no es el momento de sermones.
Sé sensible.
Encuentro difícil creer que la vida en el mundo exterior va a seguir cuando mi mundo privado se ha hundido. Espero que la muerte de mi hijo no me deje amargura. Pero me llevará tiempo antes de que el peso de mis propios sentimientos se aligere lo suficiente como para permitirme compartir tus penas y alegrías.
No esperes de mí que siga una forma preestablecida de lamento.
Negación, enfado, culpa, depresión y aceptación son fases en el proceso de duelo, pero no hay dos personas que lo vivan del mismo modo. Tendré días malos y días buenos, algunos días podré superar mucho y otras veces me sentiré abrumada por pequeñas cosas. Puede parecerte ilógico, pero los sentimientos suelen serlo.
No confundas control con superación.
Un gesto rígido en los labios probablemente signifique que sujeto las riendas de mis sentimientos, no que me haya acostumbrado a ellos. Puede ser que no te sientas cómoda/o con un grito o un llanto, pero son algo mucho más saludables que el entumecimiento, que es una señal de negación.
Mantente en contacto.
Siempre agradeceré el apoyo moral y práctico que me diste inmediatamente después de la muerte de mi hijo. Sé que tienes que seguir con tu propia vida. Pero la pena no termina con el funeral, y una llamada de teléfono, una nota o una visita me hacen ver que no me olvidas.
La muerte de mi hijo me ha dejado espiritualmente rota. Me llevará un tiempo recomponer las piezas para reconstruir las relaciones. Pero cuando las cosas van realmente mal, saber que hay un amigo puede ser todo lo que necesito para inclinar la balanza a favor de la recuperación.
Elspeth Ludemann
Acércate a la persona en duelo
Cuando alguien a quien queremos está en duelo, muchas veces nos gustaría estar cerca de él, pero no sabemos qué hacer o qué decir. El temor que produce el dolor, el miedo a decir algo inadecuado, a veces nos hacen evitar el contacto. Y esto lleva a que la persona en duelo se sienta más sola e incomprendida. Sin embargo, el hecho de ofrecer nuestra cálida presencia, a menudo silenciosa, es ya una ayuda para la persona en esos momentos. Hazle saber que estás disponible para lo que necesite. Llámale por teléfono a menudo, muchas veces no lo cogerá, pero siempre recordará que estuviste ahí cuando más sufría.
LO QUE PUEDES DECIR
Me gustaría mucho poder decir algo que te ayude, pero no encuentro las palabras. Sólo quiero que sepas que estoy aquí y que pienso mucho en ti
LO QUE NUNCA DEBES DECIR
Sé fuerte
Anímate: hazlo por tus… hijos…
Tienes una vida por delante
Puedes tener otro hijo
No llores más que te estás torturando
La vida continúa
Resígnate. Ha sido la voluntad de Dios
Ahora ya no sufre…
Muéstrate dispuesto a escuchar
La persona en duelo puede tener ganas de hablar sobre lo que ha sucedido o sobre cómo se siente. También puede ser que en ese momento no desee hablar de ello y agradezca que le propongas una actividad que la distraiga. La única manera de saber qué es lo adecuado en ese momento es preguntárselo.
Interésate por lo que piensa y por lo que siente y le preocupa. En seguida notarás si desea o no hablar de sus sentimientos. Si lo desea, el mejor regalo que puedes hacerle es escuchar en silencio, sin intentar minimizar, aconsejar, ni paliar. A la mayoría de las personas en duelo les gusta hablar de su ser querido y que le hablen de él.
No hagas como si nada hubiera pasado
No cambies de tema cuando nombre a mi ser querido
No intentes evitar que llore o que se emocione
Llorar no hace daño. Lo que hace daño son las lágrimas no vertidas que se pudren dentro del corazón, cerrándolo. No pares la expresión de emociones, por más duras e incómodas que puedan ser. Poder expresarlas le ayudará mucho en su proceso.
Déjame llorar. Si no sabes qué decirme, abrázame
No me critiques por mi manera de expresar mi dolor
Y si tú estás triste también, puedes llorar conmigo
No digas “Sé cómo te sientes” o “Te entiendo”
Es imposible comprender, por ejemplo, lo que sienten unos padres cuando muere su hijo si no se ha experimentado esa misma pérdida… Incluso si se ha pasado por lo mismo, hay que tener en cuenta que cada duelo es único. En estos casos, en lugar de decir “Sé cómo te sientes”, es preferible decir “yo también he perdido a un hijo” y, si la persona quiere, contarle nuestra historia.
Evita dar consejos fáciles
Esos consejos que solemos dar cuando estamos ante alguien que sufre y que consideramos que pueden ayudarle, pero que en la mayoría de los casos provocan más dolor o enfado.
Por ejemplo:
- Que se deshaga de la ropa u otros objetos personales de su ser querido cuando aún no está preparado para ello.
- Que quite la habitación, cuando quien ha muerto es su hijo.
- Que se deshaga de los objetos que le traen recuerdos porque le provocan más dolor. Que no vaya tanto al cementerio.
- Que tenga otro hijo, en el caso de la muerte de un bebé…
Fuente: IPIR.
QUIERO
Quiero que me oigas sin juzgarme
Quiero que opines sin aconsejarme
Quiero que confíes en mí sin exigirme
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí
Quiero que me cuides sin anularme
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí
Quiero que me abraces sin asfixiarme
Quiero que me animes sin empujarme
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí
Quiero que me protejas sin mentiras
Quiero que te acerques sin invadirme
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgustan
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas
Quiero que sepas… que necesito que estés a mi lado…
Sin condiciones
Sobre el duelo y el dolor.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth y KESSLER, David. Editorial Luciérnaga.
La muerte, un amanecer.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth. Ed. Luciérnaga.
Los niños y la muerte.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth. Ed. Luciérnaga.
Sobre la muerte y los moribundos.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth. Ed. Planeta.
Morir es de vital importancia.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth. Ed. Luciérnaga.
La rueda de la vida.
KÜBLER-ROSS, Elisabeth. Ediciones B.
Déjame llorar.
CARMELO, Anji. Editorial Taranná.
Camino de héroes.
CARMELO, Anji. Editorial Taranná.
De oruga a mariposa.
CARMELO, Anji. Editorial Taranná.
Estás en mi corazón.
Un espacio en el duelo. CARMELO, Anji. Editorial Taranná.
Me enamoré de Irene.
PRELLEZO, Pilar. Éride Ediciones.
Amarga lluvia. Sentimientos de una madre ante la muerte de su hijo.
BRITO, Mª José. Milenio.
Aromas de una ausencia. Pensamientos y reflexiones ante la muerte de un hijo
BRITO, María José. Milenio.
Lágrimas de vida.
HERRERA, Susana. Ediciones Sígueme
Volver a vivir: Diario del primer año después de la muerte de un hijo.
CASTRO, Mercè.
La sonrisa de Marta.
REYES COTAN, Manuel. Editorial: Formación Alcalá.
Te lo contaré en un viaje.
GARRIDO C. Ed. Crítica.
Sobre el vivir y el morir.
FEINSTEIN, David. Editorial Edaf.
Un hijo no puede morir.
ROCCATAGLIATTA, Susana. Editorial Mondadori.
Renacer en el duelo. Cuando muere un ser querido.
BAUTISTA, Mateo. Editorial San Pablo.
Psicología del sufrimiento y de la muerte.
BAYÉS, Ramón. Editorial Martínez Roca.
¿Quién muere?
LEVINE, Stephen. Editorial Los Libros del Comienzo.
Encuentros en la orilla.
LEVINE, Stephen. Editorial Los Libros del Comienzo.
Sanar en la vida y en la muerte.
LEVINE, Stephen. Editorial Los Libros del Comienzo.
Gracia y coraje.
WILBER, Ken. Gaia Ediciones.
Afrontar la muerte y encontrar esperanza.
LONGAKER, Christine. Ed. Grijalbo.
Cuando ayudarte significa hacerme daño.
BERRY, Carmen Renée. Ed.Vergara.
El arte de escuchar.
SHAFIR, Rebecca. Editorial Grijalbo.
Manual para superar las pérdidas emocionales.
JAMES, J & FRIEDMAN, R. 2001. Los Libros del Comienzo.
Martes con mi viejo profesor.
ALBOM, Mitch. Editorial Maeva, 1998.
La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado.
BOOS, Pauline. Editorial Gedisa, 2001.
Vivir cuando un ser querido ha muerto.
GROLLMAN, Earl. Ediciones 29, 1986.
La relación de ayuda en el duelo.
SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Ezequiel. Editorial Sal Terrae, 2001.
Comunicación no violenta.
ROSENBERG, Marshall. Editorial Urano.
Lo que llamamos muerte.
BALBOA, Bibiana. Editorial NeoPerson.
El duelo. Luces en la oscuridad.
BERMEJO, José Carlos; SANTAMARÍA REPISO, Consuelo
La esferea de los libros.
Las tareas del duelo.
PAYÁS PUIGARNAU, Alba. Ed. Paidós.
El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia.
WORDEN, J. William. Editorial Paidós.
La pérdida.
BOWLBY, John. Editorial Paidós.
Pérdida, pena, duelo.Vivencias, investigación y asistencia
TIZÓN, Jorge. Ediciones Paidós.
La muerte y su didáctica. Manual para educación infantil, primaria y secundaria
CORTINA, Mar Cortina, y DE LA HERRÁN, Agustín. Editorial Universitas. 2006.
El valor de vivir
COBO MEDINA, Carlos. Ediciones Libertarias.
La pérdida afectiva
BOWLBY, John.Ediciones Paidós.
La muerte enseña a vivir. Vivir sanamente el duelo
BERMEJO, José Carlos. Editorial San Pablo. Madrid 2003
Aprender de la pérdida.
NEIMEYER, Robert. Editorial Paidós.
Duelo por las vidas no vividas. Estudio psicológico de los problemas neonatales
SAVAGE, Judith A.. Ediciones Luciérnaga. Barcelona 2000
La pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida.
PANGRAZZI, Arnaldo Pangrazzi. Ed. Paulinas.
Muerte y duelo
SOLER SAIZ, M.ª Carmen; BARRETO MARTÍN, Pilar. Editorial Síntesis.